8 de mayo de 2007

El Linqueño en la semifinal



“Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así. Aprovecharlo o que pase de largo, depende en parte de ti”. Las palabras que utilizó Serrat para su canción tuvieron mucho que ver con la tarde de domingo en el “Leonardo Costa”. Después de mucho tiempo, por el Parque se respiraba aire de euforia, de esperanza, de pasión… Claro: el resultado de ida (2-3), sumado a un cambio de actitud muy marcado en Gualeguaychú, hizo que la gente fuera otra vez a la cancha. Y se hizo sentir… Es cierto que El Linqueño no jugó un gran partido. Es más, en el primer tiempo, Juventud mereció otra suerte, irse en ventaja.
El CAEL siempre trató de manejar el juego por abajo, pero al no poder hacerlo abusó de pelotazos, ésos que tanto Godoy como Lenciza se cansaron de despejar. Lucho Millares intentaba ser el dueño del balón, tirándose atrás para tomar la pelota y transportarla hasta buen puerto. Simplemente por ser un poco más profundos, los entrerrianos fueron los que tuvieron las chances más claras. Por ejemplo, a los 15’ Sebastián Godoy mandó un centro al corazón del área, Fiorotto la recibió de espaldas y cuando desenfundó fue bien tapado por Juan Rivoire. Más tarde, un desacople defensivo entre el rosarino y Alonso dejó mano a mano a Iván Bonzi con Vallejos, pero el 1 se iba transformando en figura y ahogó el grito de su rival con una gran atajada, a puro reflejo. Y la visita no paró de llegar con riesgo. A los 28’ Garmendia quedó nuevamente cara a cara con el “Monito”, que se vistió de salvador y salvó lo que era un gol seguro. Y otra más: por derecha, un gran desborde de Iván Bonzi con posterior centro para que Fiorotto la aguantara dentro del área y esperara la arremetida de Di Giambatista, que hizo lucir a Vallejos. El arquero azul era figura. Facundo Garmendia seguía complicando por la derecha de la defensa del local, que veía en las corridas del volante una puerta abierta al gol. ¿Y los ataques del CAEL…? Pocos, pocos. Si se hace un repaso por las llegadas, el Azul sólo tuvo dos claras. Una a través de Millares, que recibió un pase del Turco Ale y entrando al área grande sacó un fuerte disparo para hacer lucir a Schab. No obstante, la más peligrosa estuvo en los pies de Martín García. El volante picó al vacío tras un gran pelotazo de Andrés Alonso y entrando por derecha, en una posición optima para definir, no pudo sacar un tiro preciso y la pelota murió en las manos del arquero. El Linqueño no contaba con la astucia necesaria para generar juego. Los pases rozaban la imprecisión, los delanteros no gravitaban (Barboza y Antonelli no encontraban la pelota) y así todo quedaba en las propuestas futbolísticas de Germán Díaz y Lucho Millares, ambos con carencia de espacios. Es que el planteo que implementó Fullana fue neutralizar al creador de juego (Millares) y armar un bloque en la mitad de la cancha para que el CAEL no dispusiera de los huecos para penetrar.
Cerca de finalizar el primer tiempo todo el estadio se enmudeció. César Vallejos pisó mal, se torció el tobillo y por poco no tuvo que salir de la cancha. El “Monito”, una de las figuras, tuvo que agarrar con sus manos el pase hacia atrás de Alonso, por lo que el árbitro sancionó la falta indirecta dentro del área. Por suerte el 1 se reincorporó y pudo completar el partido.
Luego de casi 25 minutos de espera, se puso en marcha un complemento del cual se esperaba mucho. Un calco de los primeros minutos del partido. Sin ideas, sin juego. El CAEL por ser local y con la obvia necesidad de convertir al menos un gol para ir a los penales, tenía en cancha a un enganche para tratar profundizar más los ataques. Rosales salió del banco e ingresó por Barboza, de floja primera parte. Aunque siempre intentó, “El Chanchi” no gravitó en el partido y su equipo lo sintió: las chances no llegaban. No se lograba una conexión entre el encargado de asistir (Rosales) y los receptores (Millares y Antonelli). Frente a esa dificultad, Meske mandó un poco más al medio a Germán Díaz y el volante respondió. A veces abusó de las gambetas, pero lo importante era que fuera hacia adelante. En tanto, a Juventud le costaba hacer pie en la cancha y dependía de Iván Bonzi, quien como de costumbre, de visitante no logra tener el mismo rendimiento que en su casa. El tanque Fiorotto quedaba aislado, se bancaba todo solo, por lo que la visita no inquietó demasiado a Vallejos (que por ese entonces estaba en un pie). Llegando a los 20 minutos -antes no pasó nada-, los entrerrianos anotaron un gol, pero fue anulado por off-side. La jugada salió de un tiro rasante de Benítez que Vallejos sacó bien y el rebote le quedó a Garmedia, en clara posición adelantada.
El Linqueño era pura imprecisión. Los pases no llegaban a destino, la pelota viajaba mucho por el aire y no había un eje que distribuyera el esférico. El gol no se hacía presente y el CAEL se quedaba afuera del torneo. Y, para peor de males, con un hombre menos. Maxi Antonelli, que ya tenía amarilla, protestó por una jugada, el juez no lo toleró y decidió mostrarle la segunda. Un soldado menos, un resultado adverso y el reloj que seguía corriendo. No obstante, en la cancha había un jugador que cumplía el rol de tapar huecos, de hacer relevos. Un tipo que quizás por su personalidad pasa desapercibido. Las chances no llegaban y la gente empezó a mirar el reloj. Los minutos corrían y las caras largas comenzaban aparecer. Pero ese tipo tenía que hacer algo. Iluminado, con la confianza y el apoyo de sus compañeros, el jugador tomó la pelota, haciéndose cargo de algo grande. Teniendo en mente un solo objetivo: darle la victoria a su equipo. Una distancia aproximada de 30 metros. Toda la fe del mundo la de Germán Díaz. Se paró frente al balón, miró el primer palo y la clavó bien arriba. Golazo. Euforia, desahogo para un pibe que la venía luchando desde abajo. Un jugador que siempre rindió. ¡Uf, qué gol! Con el envión anímico, ayudado por el tanto y la expulsión de Benítez (por una patada sin pelota a Millares), el CAEL fue en busca de la victoria. Sin claridad, es cierto, pero con un corazón enorme, con entrega, con sacrificio. Arrió hasta su propia área. Pero el destino no quiso que el partido terminara en 180 minutos. Pedía a gritos una definición apasionante. Otra vez los penales.
Vallejos en un pie, más los fantasmas de los 12 pasos (el CAEL fue eliminado por Desamparados y Estudiantes de Río Cuarto por esa vía), no daban buenas señales. Sin embargo, tal como comenzó esta serie final, por la mente de los jugadores pasaba el “Hoy puede ser un gran día”. Y se dio. Fueron Lucho, Alonso, Ale y García para darle la ventaja hasta el cuarto penal al local. Godoy, Lenciza y Garmendia también convirtieron. Y el cuarto llegó tras la ejecución de Salas (ingresó en el ST). El defensor la tiró a las nubes y le dio una mano a la definición. ¿En quién recae la responsabilidad de darle al Azul la posibilidad de superar esta fase? Obvio, era su día. Germán, otra vez como definidor. Tranquilidad para colocarla y dejar sin chances al 1 visitante. El festejo contenido se desencadenó. La locura, los gritos y el “Dale Azul” se escucharon nuevamente. El CAEL volvió a festejar después de mucho tiempo. La gente se entusiasmó, fue al “Leonardo Costa” y pudo ver a su equipo ganador. Ahora se viene Libertad de Sunchales, un rival al cual no le pudo ganar a lo largo de los dos torneos. Igual, los linqueñistas no dejan de festejar.